HOMILÍA DEL PADRE ALEJANDRO BOVERO
JESUS SACRAMENTADO 2011
Lecturas: Dt 8, 2-3. 14-16; 1 Cor 10, 16-17; Jn 6, 51-58
Con la Eucaristía de la fiesta patronal de hoy iniciamos el camino hacia la celebración de los setenta y cinco años de vida parroquial.
También a nosotros, como se le decía a Israel en la primera lectura, se nos pide que "recordemos" el camino que el Señor, nuestro Dios, nos ha hecho recorrer a lo largo de todos estos años. Hacer memoria en la Iglesia significa, no tanto recordar lo que hicimos o dejamos de hacer nosotros, sino, ante todo y sobre todo, lo que ha ido haciendo el Señor en todos y cada uno de nosotros. El ha acompañado el andar de esta comunidad a lo largo de todos estos años y no nos ha dejado nunca sin este "maná sacramentado" que nutre a la Iglesia en este peregrinar hacia Dios.
Es el Santísimo Sacramento del altar, es el Pan Vivo bajado del cielo. Es este caliz que compartimos y este alimento que recibimos, como decía el Apóstol, el que hace de muchos un solo Cuerpo, el que provoca que hombres y mujeres distintos nos encontremos en el mismo, nos nutramos de lo mismo, y vivamos de mismo y único Dios vivo y verdadero.
"Vivir para siempre" comiendo de la carne que vive para siempre. Ese ha sido y es el deseo más profundo de Jesucristo, el Hijo de Dios. Vino para eso: para que tengamos vida. Y el Pan sacramentado es la prenda y el signo más claro y más grande de este deseo de Dios. El quiere vida para nosotros. El es la vida nuestra. El se ofrece como Pan vivo para todos. El nos ayuda a comprender lo que es vivir y nos enseña a valorar y a gustar la vida en plenitud.
Por eso el año de la vida ha de ser para nosotros el año de la vida del hombre, que es Dios y el año de Dios, que es la vida de los hombres. Queremos y deseamos vivir. Pero muchas veces ese deseo no encuentra el modo y los caminos para llevarlo a término. Más aún, los hombre parecemos desarrollar más la habilidad y la técnica para eliminar y matar que para fomentar y favorecer la vida propia y la de los demás. No solamente hay cada vez más legislación que autoriza y pretende hacer legítimo el matar, sino que se multiplican, con astuta inteligencia, los gestos, las palabras, los artículos y las maneras de descalificar, maltratar y hacer lo que se quiera con la vida propia y la del prójimo. La vida no es un estorbo, una carga o un peso imposible de sobrellevar. La vida, ante todo, es un regalo, un amor, un signo siempre grande de Dios entre los hombres.
Indudablemente que el deber de amar, valorar y proteger la vida se juegan en circunstancias especialmente importantes de la existencia de los hombres.: la concepción, el nacimiento, ser madre, ser padre, ser familia, la digna y serena partida de este mundo para ir a Dios. Todo eso habla de los momentos, las personas y los lugares en los que la vida y reclama ser recibida y bien tratada. Pero no podemos dejar de lado el don que se nos hace cada día al convocársenos a vivir digna y honrosamente. No darnos cuenta y permanecer distraídos frente a ese valor cotidiano, puede llevar a favorecer una atmósfera contraria a la vida y absolutamente incompatible con el vivir humano.
Conformarnos sólo con algunas facetas o parcelas de la vida. Elegir sólo algunas ráfagas y fragmentos del vivir, pueden dejarnos peligrosamente fuera de la vida, aunque a nosotros nos parezca estar gozando de ella en forma plena.
Evadir el estudio, eludir el trabajo, rehuir el esfuerzo, renegar del sacrificio. Eso es esquivar la vida pero no es vivir.
Querer ser un mantenido o un subsidiado sin colaborar en nada y sin aportar en absoluto. Eso es creerse el vivo pero no es vivir.
Que se ocupen los otros y que trabajen responsablemente los demás. Eso es vivir a costa de la vida ajena pero no es vivir.
Buscar y alegrarse por el mal del prójimo y entristecerse cuando le va bien. Eso es envidiar la vida pero no es vivir.
Querer acomodarse a los gustos del momento y no permanecer fiel a los verdaderos valores y a las permanentes verdades. Eso es tenerle miedo a la vida pero no es vivir.
Lamentarse por lo que no se tiene dejando de ver lo que se posee y renegando de lo que se puede disfrutar. Eso es amargarse la vida pero no es vivir.
No tomar decisiones por temor a lo que puedan pensar algunos o pretender lograr un consenso completo en todos los temas. Eso es no conocer la vida pero no es vivir.
No jugarse por lo que uno cree y no decir las cosas como son por el miedo al "qué dirán". Eso es renunciar a la vida pero no es vivir.
No animarse a educar, no atreverse a poner límites, renunciar a decir que "no". Eso es hipotecar y estafar la vida pero no es vivir.
Creer que nada se puede mejorar, dejar de intentar un cambio favorable, no buscar caminos para avanzar en el bien y en la verdad. Eso es renegar de la vida pero no es vivir.
No tener esperanza, dejar de confiar, no sonreír ni alegrarse por las cosas grandes, sencillas y nobles. Eso es llorar la vida pero no es vivir.
Cuando a Dios se lo arrincona, cuando al Evangelio se lo posterga, cuando al amor se lo ubica en el último de los sitios. Eso es creer que se vive pero no es vivir.
El Dios de la vida nos ha convocado ayer, nos convoca hoy y nos seguirá convocando mañana. Quiere, desea y suspira sólo por una cosa: por la vida, la vida de cada uno de nosotros. En presencia de Jesús Sacramentado aceptemos el desafío y acudamos gozosos a su invitación: con El, por El y en El, descubramos una vez más lo que significa vivir de verdad.